Con un jadeo salvaje, volvió su boca contra la mía, con los dedos clavados frenéticamente en la piel de mi cintura. El ramalazo de ira desequilibró mi capacidad de autocontrol. Su respuesta extática, inesperada, me sobrepasó por completo. Si sólo hubiera sido cuestión de orgullo había sido capaz de resistirme, pero la profunda vulnerabilidad de su repentina alegría rompió mi determinación, me desarmó... Mi mente se desconectó de mi cuerpo y le devolví el beso. Contra toda razón, mis labios se movieron con los suyos de un modo confuso, como jamás se habían movido antes. ¿Porqué no detenía aquello? Peor aún, ¿porqué ni siquiera encontraba en mí misma el deseo de detenerlo? ¿Qué significaba el que no quisiera que él parara? ¿Porqué mis manos, que colgaban de sus hombros, se deleitaban en lo amplios y fuertes que eran? ¿Porqué no sentía sus manos lo bastante cerca a pesar de que me aplastaban contra su cuerpo? Las preguntas resultaban estúpidas, porque yo sabía la verdad: había estado mintiendome a mi misma. Él tenía razón. Había tenido razón todo este tiempo. Era más que un amigo para mí. Ése era el motivo porque el que me resultaba tan difícil decirle adiós, porque estaba enamorada de él.

1 comentario:

  1. Aii yo conozco de donde salieron esas palabras tan desequilibrantes... =P
    Te amo prii y amo a ese libro tmb! (L)

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